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jueves, 22 de octubre de 2009
























El autor de esta obra, Antonio José Sepúlveda, conoció a Cristo Jesús, como Creador y Salvador de su vida, a mediados del año 1985 en la Ciudad de Caracas, Venezuela. Desde ese entonces, nació en él la inquietud de saber Qué hablaban las Sagradas Escrituras de la segunda venida de Jesucristo a la tierra, y cuándo ocurrirían estas cosas; como lo explica el Libro de Mateo capítulo 24.


El mismo autor dice que este conocimieto expresado en sus textos, de la revelación de la palabra de Dios, no proviene de modo alguno, de la inteligencia humana, sino de un espíritu de conocimiento que viene de lo alto, y que él afirma haber recibido en el año 1988 en un círculo de oración, en la cual participó.


Dos años después comienza a escribir su primer libro, el cual denominó: "El Orden de las Cosas", tratado bíblico acerca de los tiempos del fin, publicado en el año 1991, el cual servirá de herramienta para su segundo libro: "Revelando Los Misterios del Apocalipsis"publicado en el año 2001, estos dos libros engranan dos profecías; una, las 70 semanas de profeta Daniel, y la otra, la manifestación del anticristo, haciendo un recorrido por toda la Biblia desde Génesis, hasta Apocalipsis; luego, el concimiento de estos dos libros le sirvieron de herramienta para la actualización y ampliación de este libro, la cual él lo demomina: La versión actualizada de libro Revelando los Misterios del Apocalipsis, publicada por Internet.









Referencia Bíblica: Versión Reina-Valera 1960
antoniojsepulveda@hotmail.com



PRESENTACIÓN:

Lo que el Creador y Arquitecto de todas las cosas nos enseña a través de sus profecías es: que la existencia humana en la tierra y su destino en la eternidad, han sido determinadas desde tiempos antiguos y revelada en las Santas Escrituras por sus santos profetas, aunque para el común de las personas esto resulte meras palabrerías, esto es la pura verdad. Nosotros los seres humanos estamos ciegos, no podemos ver la verdad, a menos que nos sean abiertos los ojos; pues, en este sentido, Dios está en controversia con el mundo entero. La bondad de Dios es tan inmensa como su misma creación, porque viendo que el hombre estaba perdido (estado que la mayoría se niega a reconocer), Él no se estimó a sí mismo siendo que era Dios, sino que descendió del cielo para salvar a lo que se había perdido, diciendo:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16)
Dios no quiere que el hombre perezca, y sólo Él sabe que el hombre está perdido, y una vez que el hombre parte de este mundo, tiene que ir a arreglar las cuentas pendientes con su Creador; el cual tiene un historial que data desde la misma creación, decretos y resoluciones en su contra. ¿Dónde podrá esconderse el hombre para escaparse de ese juicio?
Ya se ha acercado el tiempo, estamos llegando a la meta final. El mundo y toda su plenitud, y el universo completo, fueron hechos para un mismo propósito, y el propósito fue: colocarnos aquí, en tan majestuosa creación; dándonos consigo mismo una lengua para comunicarnos, capacitándonos de toda inteligencia, conocimiento, cinco sentidos y razonamiento; para que observando todo lo creado, pudiéramos reconocer que hay un Dios Todopoderoso, al cual no vemos, y al que debemos de buscar, mientras pueda ser hallado.
Sencillamente, para eso fue todo este diseño: para que lo reconociéramos, viendo la majestuosidad e inmensidad de su creación; hombres del pasado lo reconocieron y tuvieron una distinción en la historia, Enoc, Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, Josué, Gedeón, Sansón, Elías, el rey David, Salomón, y todos los profetas, entre otros; todos supieron que lo primero era buscar el reino de Dios y su justicia, porque las demás cosas vendrían por añadidura. Nosotros los seres humanos buscamos primeramente las cosas materiales, y a Dios no buscamos, sino a nuestra propia manera; es decir, preferimos ante de postrar nuestro corazón a Dios, nos humillamos ante una imagen y le rogamos a un yeso o a una madera que nos salve y nos de cuidados, y estas son las practicas que Dios aborrece de los seres humanos, porque si Dios nos dio inteligencia, ¿qué hacemos, pues, postrándonos ante quien no es Dios?, o compararemos a Dios con un Ídolo. Razonemos lo que hacemos. Somos los seres humanos la razón de su amor; recibe su amor, Él te extiende sus manos heridas y su corazón traspasado por salvarte a ti. Él pago tus culpas, ven a Él; ya no le rehúses más. El tiempo que queda es tan corto, que estás perdiendo el tiempo en vanidades que pronto pasarán.

¿Sabías tú, que Dios estableció un tiempo para el desarrollo de todo su plan de salvación, hasta su regreso por segunda vez a la tierra?
Ese tiempo es de 490 años, contados a partir del retorno del pueblo de Israel del exilio de Babilonia en el año 444 antes de Cristo (a.C.) de conformidad con lo establecido en la orden dada y registrada por el profeta Daniel, en el capítulo 9, versículo 24 al 27, el cual dice:
“Setenta semanas están determinada sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y profecía, y ungir al santo de los santos.”
Estas son semanas de años, por lo cual decimos 70 semanas por 7 años, es igual a 490 años.
Debes saber también que de las 70 semanas determinadas sobre el pueblo judío y la santa ciudad (Jerusalén), 69 semanas se cumplieron con la muerte del Mesías:
“Sabes, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se le quitará la vida al Mesías,”…
El Creador a separado al inicio, 7 de las 69 semanas, eso tiene su explicación que Él mismo quiere que nosotros escudriñemos, de manera que:
7 ­más 62 es igual a 69 semanas, que por 7 años = 483 años.
El Todopoderoso ha estado cumpliendo lo que el mismo ha decretado desde tiempos antiguos a través de sus santos profetas de Israel; de manera que, desde la salida de la orden del rey Ciro de Persia para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el nacimiento del Mesías Príncipe (Jesucristo) hay 444 años del calendario gregoriano. ¿Cómo comprobamos esto a través de la profecía de las 70 semanas? Pues, lo comprobaremos:
Cuando hablamos del año 444 antes de Cristo (a.C.), estamos hablando en función del calendario gregoriano que consiste en años de 365 días y un año bisiesto de 366 días cada cuatro años múltiplos de cuatro.
Ahora, cuando Dios habla de las setenta semanas que corresponde a 490 años, esos años son de 360 días del orden profético bíblico, esto es explicado en el capítulo 3 este libro.
Cuando Cristo nació, habían transcurrido 450 años de las setenta semanas, de modo que con sus 33 años de existencia en la tierra, culminaban los 483 anos de las 69 semanas.
Partiendo desde aquí, hallaremos a través de la profecía de las 70 semanas, cuándo y quién dio la orden para que el pueblo judío, que estaba cautivo en Babilonia, regresara a su tierra a reconstruir su templo, y la ciudad de Jerusalén.
Volvamos a su nacimiento, si cuando Cristo nació habían transcurrido 450 años bíblicos, eso significa que habían transcurrido 162.000 días bíblicos, es decir, 450 años por 360 días.
A los 162.000 días, lo dividimos entre 365,25 días de año gregoriano, que es su promedio ponderado {(365 * 3)+ 366}/4, es decir, el ciclo que corresponde a cuatro años, tres de los cuales son de 365 y uno de 366; si sumamos todo esto: 365+365+365+366=1461 y lo dividimos entre 4 será igual a 365,25.
162.000 dividido entre 365,25 = 443,53 años a.C.
Transcurría, pues, el año 444 antes de Cristo, cuando Ciro rey de Persia, daba la orden con la cual se activaría las 70 semanas del profeta Daniel.
La Palabra de Dios es perfecta, su ley es perfecta, esta es la gran realidad. El no se equivoca; nosotros, los hombres, sí nos equivocamos.
Según la historia ordenada por los hombres, el rey Ciro llega a ser rey en Persia para el año 550 a.C., según la enciclopedia Encarta; por otro lado la Santa Palabra de Dios, la Biblia, registra que en el primer año del rey de Ciro de Persia, Ciro da la orden, orden emanada del cielo, de Dios; para dejar ir al pueblo judío a Jerusalén para que edificara la casa de Jehová, y con ello poner punto final a los 70 años de cautividad en Babilonia.
Estos 70 años de cautividad en Babilonia fue el resultado del cumplimiento de una profecía de Dios, pronunciada y registrada por el profeta Jeremías (Jeremías 25 11:12), en contra de todo pronóstico, en aquel tiempo; es decir, la mayoría de judíos encabezado por el rey Sedequías y su profeta Hananías, que buscaba siempre agradar a los oídos del su rey, sencillamente, no creyeron nunca a las profecías de Jeremías (Jeremías 28:1-17).
“Para que se cumpliese la palabra de Jehová por boca de Jeremías, hasta que la tierra hubo gozado de reposo; porque todo el tiempo de su asolamiento reposó, hasta que los setenta años fueron cumplidos. Mas el primer año de Ciro rey de los persas, para que se cumpliese la palabra de Jehová por boca de Jeremías, Jehová despertó el espíritu de Ciro rey de los persas, el cual hizo pregonar de palabra y también por escrito, por todo su reino, diciendo: Así dice Ciro, rey de los persas: Jehová el rey de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra; y me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá. Quien haya entre vosotros de todo su pueblo, sea Jehová su Dios con él, y suba.” (2 crónicas 36:21-23).
Este conocimiento, quiere demostrar que la palabra de Dios es la fuente más confiable para guiarnos a toda verdad, y el resultado de entender lo que Dios hizo desde el pasado, es nuestra garantía para saber, a ciencia cierta, lo que ocurrirá en el futuro.

¿Sería el decreto de Ciro, el Grande, rey de los persas; la orden para el inicio de las 70 semanas?
Dentro de ámbito teológico-escatológico- evangélico, la mayoría coinciden en afirmar que la orden adecuada para el inicio de las 70 semanas de Daniel, es la orden del rey Artajerjes de Persia, emanada por una solicitud hecha por Nehemías, siervo de Dios  y copero del rey, años después de la orden de Ciro, el Grande, rey de los persas (Nehemías 2:1-20). La razón fundamental de su tesis, obedece a que para ellos, la reconstrucción de las murallas es más adecuada a la interpretación de “la orden para edificar y restaurar a Jerusalén” exigida por la profecía de las 70 semanas:
“Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas;”…
A los que se parcializan por esta tesis, sin discernir el espíritu de las 70 semanas del profeta Daniel, quiero decirles que Dios, con más de 200 años de antelación, es decir, mucho antes de nacer; había escogido al rey Ciro para que cumpliera la profecía de la apertura de las 70 semanas, conforme a lo dicho por el profeta Isaías:
“Que dice de Ciro: es mi pastor, y cumplirá todo lo que yo quiero, al decir a Jerusalén: Serás edificada; y al templo: Serás fundado.” (Isaías 44:28)
De manera, que sobre sus lomos recaía el cumplimiento de la profecía; aunque en otras épocas posteriores, sus descendientes continuarían la reconstrucción de Jerusalén.
La relación de Dios con el pueblo judío y su santa ciudad (Jerusalén), fue desecha durante los 70 años de castigo, a causa de que habían colmado la paciencia de Dios por su desenfreno en hacer lo malo delante de Sus ojos (2 Reyes 21:10-15, 23:26-27). Más el Eterno se había propuesto a restaurarlo a fin de concluir su plan que involucraba a toda la humanidad; y nos estableció un tiempo de 70 semanas de años determinadas sobre el pueblo judío y Jerusalén, la santa ciudad; que comenzaría inmediatamente después del cese del castigo impuesto, para ejecutar absolutamente todo su propósito redentor, hasta el regreso de Cristo al mundo por segunda vez. El vínculo de esa relación es el templo de Dios, mediante las leyes del pacto acordado en el Sinaí con la casa de Israel.
Por eso fueron separadas las 7 semanas de las otras 62, Dios quiere que entendamos que las primeras 7 semanas, fue el tiempo perfecto que se emplearía para la reconstrucción del segundo templo en Jerusalén, desde la salida de la orden del palacio del rey Ciro, hasta que la obra quedo concluida, los mismos judíos daban testimonio de que el templo había demorado 46 años (Juan 2:20) desde que se propusieron a construirlo (Esdras 3:8-13).
Es decir, 7 semanas por 7 años es igual a 49 años. La palabra de Dios es perfecta. Sea la honra, y la gloria, y el poder, y la majestad, a Dios y al Cordero de Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
El año 550 a.C. es la fecha, que según los historiadores, Ciro comienza a ser rey en Persia, como ya lo he dicho, por consiguiente sería a su vez el mismo año del edicto para el regreso del pueblo judío de Babilonia a Jerusalén, conforme lo afirma la Biblia tanto en el libro de 2 Crónicas 36:22, como en Esdras 1:1; pero, aquí nos encontramos con la pieza que no cuadra en el rompecabezas, el año 550 a.C. no cuadra para entrar en la corriente de las 70 semanas que culminarán con la muerte del Mesías, cuyo nacimiento se produce en el año 444 gregorianos desde la orden de Ciro, más agregando 33 años de su edad al momento de su muerte, hace un total de 477 años gregorianos hasta su muerte, o 483 años Bíblicos.
La fecha 550 a.C. para el inicio del reinado de Ciro, tiene una inconsistencia ante la relevancia de la profecía de Dios con relación a la fecha que calculamos, de 106 años gregorianos.
550 a. C. menos 444 a. C. es igual a 106 años que están de más.
Dios es perfecto, su palabra es perfecta, es justo honrar a Dios asiendo esta aclaratoria, esto ayuda a nuestra fe, porque vemos que Dios si tiene el control del tiempo, y esto es una verdad, ¿Y por qué esconder la verdad? ¿A quién tememos?
Él    mismo demanda aclaratorias,          declaraciones y ordenamientos de las cosas que Dios hizo en el pasado, y de las cosas que sucederán en el futuro, cuando dice:
“Así dice Jehová Rey de Israel, y su redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios.
¿Y quién proclamará lo venidero, y lo declarará, y lo pondrá en orden delante de mí, como lo hago yo desde que establecí el pueblo antiguo? Anúncienles lo que viene, y lo que está por venir. No temáis, ni os amedrentéis; ¿no te lo hice oír desde la antigüedad, y te lo dije? Luego vosotros sois mis testigos. No hay Dios sino yo. No hay Fuerte; no conozco ninguno.” (Isaías 44:6-8)